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Isla de Ouessant

¿Estás dispuesto a llegar hasta el fin del mundo?… 

Entonces pon rumbo al archipiélago de Ouessant que, situado en el extremo Oeste de Francia en el departamento de Finisterre, marca tradicionalmente la entrada al canal de la Mancha y comprende siete Islas de las cuales solo dos están habitadas, Molène y Ouessant. 

Este es uno de los viajes en kayak de mar que recuerdo con más intensidad por sus corrientes, viento y niebla. 

Una vez terminado y con el paso del tiempo, me doy cuenta que no es nada fácil… 

Cuando pienso que pude llegar en Kayak a dar la vuelta a la isla de Ouessant saliendo desde Brest me considero casi una heroína, he conocido algunos palistas que, a pesar de intentarlo en varias ocasiones, nunca han podido realizarlo, en mi caso se dieron todos los astros favorables para poder hacerlo.

Excepto algunos pescadores y recolectores de algas, los hombres en la isla de Ouessant se enrolan en la marina o son pescadores de altura, dejando en manos de las mujeres el cuidado de la tierra, las casas y las ovejas. La isla también era conocida por la isla de las mujeres y más tarde de las viudas, debido a que muchos hombres marineros naufragaban.

Ouessant tiene forma de cangrejo con grandes acantilados y arrecifes cortantes, está bordeada por 4 faros: 

  • el de Stiff construido en 1695,
  • el Jument acabado en color rojo, 
  • el de Keréon famoso por su decoración interior y por último 
  • el faro de Créac’h, uno de los más famosos del mundo y conocido por sus rayas negras y blancas. 

Créac’h, con un alcance de 32 millas, es considerado el más potente de Europa y uno de los más potentes del mundo y señala la entrada al canal de la mancha a los barcos que llegan del Océano Atlántico.

Coincidiendo en el 2004 con el festival marítimo en Brest (Bretaña), se realiza cada cuatro años y es un encuentro de embarcaciones de vela mayoritariamente, pudimos disfrutar unos días de la diversidad de las culturas marítimas del mundo con actuaciones de música y danza. 

Con nuestros kayak jugábamos a seguirles la estela, chupando ola en cuanto podíamos y eso a algunos les hacía gracia y a otros parecía que les molestaba, sobre todo cuando no tenían mucho viento.

Navegaba en K2 e iba de marca con otra chica creo que se llamaba Mulier Debido a las fuertes corrientes, daba la sensación que venían de todas partes, si mirabas un punto fijo de referencia como podía ser el faro Le Four, si parabas de palear un segundo o si no paleabas con la fuerza suficiente para vencer y contrarrestar la corriente de marea, ésta te arrastraba y nos llevaba cada uno para un lado distinto y nos dispersábamos, lo que me produjo una sensación de mareo inexplicable viendo como de repente nos separábamos sin remedio. Si queríamos mantener el mismo rumbo todos juntos no podíamos perder tiempo parando haciendo fotos, teníamos que apretar fuerte para seguir el rumbo que habíamos estudiado y definido previamente, y seguirlo con nuestro compás para no alejarnos de los líderes Olivier y Philiphe. 

Y es que en el mar de Iroise hay que planificar minuciosamente la intensidad de las corrientes que pueden llegar a 7 u 8 nudos y que son producidas por la marea. Cuando el canal de la Mancha se “llena” durante el flujo unas fuertes corrientes se dirigen hacia el noreste, esas mismas corrientes se invierten con el reflujo, cuando se “vacía”, y esto ocurre en cada ciclo de mareas.

En el viaje de vuelta también experimenté una de las sensaciones más flipantes de mi vida:

Mientras navegábamos nos vimos rodeados por una niebla intensa, aunque con los Gps que llevábamos teníamos plenamente localizada nuestra posición y teníamos que marcar un rumbo en la carta que nos apartara de peligros de la costa que no veíamos, ¡apenas nos veíamos entre nosotros!.

Permanecíamos unidos paleando lo más cerca posible todo el grupo imaginaos la sensación de no ver nada, solo oír nuestro paleo, no ver tierra, estar en medio del mar sin referencias externas…

Me puse en la piel de una persona ciega sin poder visualizar nada y eso te hace reactivar todos los otros sentidos ya que sabíamos que podíamos encontrarnos con alguno de los barcos veleros que participaban en el encuentro de Brest, estábamos entre canales de navegación y los barcos no podían visualizarnos.

El silencio era intenso e intentábamos afinar nuestro rumbo que seguíamos con nuestro compás de proa. Brutal…

Al oír algún sonido extraño alguno activaba la bocina de niebla manual para hacernos visibles y asegurarnos que nos oyeran, un par de veces en todo el recorrido nos cruzamos con barcos. 

También disponíamos de los VHF, sabíamos que podíamos llamar al centro de coordinación de salvamento marítimo de Finisterre y así indicarles nuestra posición, número de tripulantes, lugar de destino y hora aproximada de llegada, eso nos daba algo de tranquilidad.

Lo mejor fue cuando pusimos rumbo a tierra sin verla, solo siguiendo nuestras cartas náuticas y de repente…

Los acantilados, 

¡Tierraaaaa!, me sentí Colón cuando divisó América por primera vez.

Fue una experiencia muy intensa que me dejó dos aprendizajes básicos:

1º- el comportamiento de equipo, 

todos cuidando de todos, no servían las individualidades, aunque navegábamos cada uno con su embarcación éramos un solo barco, fue increíble y esencial la confianza en los líderes, todos nos necesitábamos, no entró el pánico, aunque era para asustarse, eso si, no me gustaría repetirlo.

2º- La importancia de ir bien equipado, 

y no solo esto, saber cómo utilizar e interpretar todos los instrumentos, creo que hasta este día realmente solo sabia la teoría y allí pude comprobar in situ que funcionan, que son necesarios.

Y un aprendizaje culinario: “Moules Frites”

Y otra aventura para mi mochila que solo repetiría con las mismas personas…

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